Este fin de semana largo, que odio decirle así porque yo no lo puedo sentir más corto, me fui con Fede y Platón a un lugar llamado Mar del Sur. Lo titulo así porque realmente es desconocido, queda a 15 km de Miramar pero nadie viene para estos lados, por suerte!
Esta nota la estoy escribiendo desde ahí, sentada en un sillón escuchando decenas de pájaros distintos con el único objeto de describir lo que para mi es “disfrutar”, cosa que no puedo hacer muy seguido y logro como en ningún otro lugar en Mar del Sur.
No le recomiendo a nadie venir, no es un lugar donde toda la gente se pueda identificar masivamente y además mi concepto de disfrutar es realmente muy particular.
Mar del Sur está como olvidada del mundo, en 5 minutos se recorre íntegramente, no tiene lugares recreativos comunes, ni señal de celular, ni casas ostentosas disfrazadas de ranchitos. No tiene nada de nada y este concepto de la nada solo puede resultar apasionante para personas con un espíritu filosófico, para el resto de los mortales la “nada” es algo terrible. Acá lo único que hay es campo, viento y un mar salvaje de esos que todos odian porque tiene piedras en exceso, las olas te tiran y ni siquiera se puede hacer surf. Cada vez que vengo hay menos negocios, en este momento hay solo 1 abierto, cruzarse con una persona o un auto es algo inusual fuera de temporada.
Pero díganme la verdad, ¿No es genial estar en off total por unos días? Salir a la calle y que no haya “calle”, ni gente, ni negocios, ni autos, ni televisor, ni radio, diarios y que la Black Berry de ser una revolución pase a ser una carcasa negra que no sirve para nada.
Rodeada de esta “nada” yo disfruto de estar acostada en la hamaca paraguaya leyendo o durmiendo y que mi mayor problema comience a ser: ¿Cómo hacer para librarme de las moscas molestas? Duermo más de 15 horas por día, como hidratos y más hidratos, me desquito con toda la angustia acumulada del año y me como 1 planta entera de ajo acompañada solamente con aceite de oliva, pan y un buen vino.
Disfruto perderme por un camino de tierra, rodeado de yuyos de todos los colores y tipos que me lleva al mar. Disfruto de oír literalmente al viento, en ningún lugar se escucha como acá. Disfruto de pasear con Platón sin correa y verlo corretear a cuanta cosa se le cruce. Disfruto de manejar sin miedo, increíble! Disfruto de pensar, pero no sintiendo mi cabeza saturada como siempre, es como que con esta paz empiezo a almacenar pensamientos, pongo fin a dudas y problemas y voy archivando y etiquetando y confinando al olvido todo lo que merece ser superado.
Así que cuando vuelvo a Buenos Aires, por más que me haya escapado por tres días nada más, siento el cuerpo lleno de energía (producto de las centenas de kilocalorías ingeridas), descansado y con la mente vacía.
Esta es para mí una gran manera de disfrutar.
Esta nota la estoy escribiendo desde ahí, sentada en un sillón escuchando decenas de pájaros distintos con el único objeto de describir lo que para mi es “disfrutar”, cosa que no puedo hacer muy seguido y logro como en ningún otro lugar en Mar del Sur.
No le recomiendo a nadie venir, no es un lugar donde toda la gente se pueda identificar masivamente y además mi concepto de disfrutar es realmente muy particular.
Mar del Sur está como olvidada del mundo, en 5 minutos se recorre íntegramente, no tiene lugares recreativos comunes, ni señal de celular, ni casas ostentosas disfrazadas de ranchitos. No tiene nada de nada y este concepto de la nada solo puede resultar apasionante para personas con un espíritu filosófico, para el resto de los mortales la “nada” es algo terrible. Acá lo único que hay es campo, viento y un mar salvaje de esos que todos odian porque tiene piedras en exceso, las olas te tiran y ni siquiera se puede hacer surf. Cada vez que vengo hay menos negocios, en este momento hay solo 1 abierto, cruzarse con una persona o un auto es algo inusual fuera de temporada.
Pero díganme la verdad, ¿No es genial estar en off total por unos días? Salir a la calle y que no haya “calle”, ni gente, ni negocios, ni autos, ni televisor, ni radio, diarios y que la Black Berry de ser una revolución pase a ser una carcasa negra que no sirve para nada.
Rodeada de esta “nada” yo disfruto de estar acostada en la hamaca paraguaya leyendo o durmiendo y que mi mayor problema comience a ser: ¿Cómo hacer para librarme de las moscas molestas? Duermo más de 15 horas por día, como hidratos y más hidratos, me desquito con toda la angustia acumulada del año y me como 1 planta entera de ajo acompañada solamente con aceite de oliva, pan y un buen vino.
Disfruto perderme por un camino de tierra, rodeado de yuyos de todos los colores y tipos que me lleva al mar. Disfruto de oír literalmente al viento, en ningún lugar se escucha como acá. Disfruto de pasear con Platón sin correa y verlo corretear a cuanta cosa se le cruce. Disfruto de manejar sin miedo, increíble! Disfruto de pensar, pero no sintiendo mi cabeza saturada como siempre, es como que con esta paz empiezo a almacenar pensamientos, pongo fin a dudas y problemas y voy archivando y etiquetando y confinando al olvido todo lo que merece ser superado.
Así que cuando vuelvo a Buenos Aires, por más que me haya escapado por tres días nada más, siento el cuerpo lleno de energía (producto de las centenas de kilocalorías ingeridas), descansado y con la mente vacía.
Esta es para mí una gran manera de disfrutar.
* En el Facebook de Ni Chicha, pueden ver más fotos de Mar del Sur.