Hace 3 semanas que religiosamente vengo ejercitándome. Como decían los griegos “mente sana-cuerpo sano”. Mi mente estaba relativamente estable pero mi cuerpo definitivamente no. El look calzas me resultó favorable por que este invierno los jeans decidieron complotarse en contra mia: no me entra NINGUNO.
Ahorré los $130 para la inscripción, me compré el agüita con pico “sport”, desempolve una remera y A MOVER LAS CACHAS! Por suerte el turno mañana tiene mucha menos gente que la tarde pero sin embargo, en esa pequeña población, no me dejo de asombrar la cantidad de mujeres que piensan que entre abdominales y transpiración se puede ser sexy. Les juro que van solo a lucirse! Todas las clases tienen calzas nuevas y son todas tan adherentes como el film de cocina. Las tienen tatuadas!! Las remeras hiper ajustadas, marcándoles los abdominales trabajados desde hace años y que asustan hasta al más fisicudo. No se dan cuenta de que más horas en el gimnasio revela más tiempo al pedo en la vida??? Yo a duras penas logro hacerme una hora al día - con suerte- y ellas van tan seguido como yo voy al kiosco. Se saben el nombre de tooodos los profesores, la vida de cada uno de los pobres diablos que hacen aparatos y lo que es peor, se pelean por ver quién es la preferida del profe. Pero por favoooor… mujeres grandes!! Evidentemente las famosas endorfinas que generan felicidad no solo hacen eso, sino que también remueven algún gen adolescente. Entre la ropa, la desesperación por hacerse amiga del tipo que te da taebo y las hormonas que salen a la luz, no se distinguen las edades.
Y ahí en el fondo del salón, estamos nosotras, las pobres mártires que rezamos para que termine la clase e ir corriendo al placard a ver si el maldito jean Oxford deja de quedarnos como chupín.