No soy una persona que sabe de música y cuando digo que no se de música, no lo digo de modesta. Quiero decir, que no se distinguir una guitarra de un bajo, ni un órgano de un piano y no tengo la menor idea de como se toca un instrumento. Lo más cerca que estuve de la música, fue en la primaria, cuando aprendí a tocar la canción de Titanic con la flauta dulce y salté a la fama cuando aprendí a tocar todo el Himno a la Alegría con la nariz. Así que lo que voy a escribir sobre el recital, no va a ser como el relato de los expertos de la revista Rolling Stone, sino como una ignorante innata, que nunca siguió a ninguna banda pero desde siempre los Beatles le llegaron a lo mas hondo del corazón.
Soy fanática de los Beatles desde los 14 años, producto de un enamoramiento platónico que tuve con un poeta comunista de mi misma edad. A partir del cual, también me entusiasmé por la Revolución Cubana, el Che y la Ciencia Política. Podría decirse que a ese chico le debo mi ser, básicamente. Por esas casualidades, ahora es mi vecino y cada vez que lo veo le agradezco a Dios que nunca me haya dado bola! Todo se fue perdiendo, pero el amor por los Beatles quedó intacto.
Cuando ayer entramos a la platea alta, no había lugar ni para estar parada, así que después de 25 minutos tratando de subir por las escalinatas plagadas de gente, llegué a la cima con Agus (mi amiga de Trenque Lauquen, ya archi mencionada en éste blog). Encontramos un lugar para sentarnos, casi cayéndonos del estadio, abajo de las luces.
Detesto toda la “cultura recitalera” en general. Me da tanta fiaca que me pisen, me traspiren, me salten encima y tener que pelearme con la gente por un lugar. Pero por Paul, estaba dispuesta a todo, tanto, que la caminata de casa al recital y de River a casa la hice sin chistar (yo la anti deporte). Es genial cuando alguien te produce ese grado de exaltación e irracionalidad. A mi no me pasa a menudo, por no decir nunca. Todo lo filtra mi cabeza, cada acción la mido en costo y beneficio. Eso de estar gritando desde el fondo de una cancha con taquicardia y a moco tendido, no es lo mío.
Paul, de perfil seguía siendo el mismo. Las expresiones, la postura, el movimiento de la pierna, la sonrisa, son los mismos que en el 64´. Un cocktail fatal para un público fanático y nostálgico.
Yo me tenía que sentar, porque había temas que me derrumbaban, no los podía escuchar parada, era un esfuerzo que me resultaba imposible. El momento cúlmine y fulminante fue, para mi, “Yesterday”. La escuché abrazada fuerte a la pierna de Agus, que estaba parada. La imagen ahora me produce mucha gracia, pero en ese momento, lloré con dolor y congoja de saber que iba a ser la primera y última vez que iba a volver a tenerlo en frente mío.
Un videito que conseguí en You Tube, Paul Mc Cartney
en Argentina 10/11/2010- Live And Let Die:
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