Platón mi cocker spaniel de 2 años y medio, no es en realidad mi primer perro, tuve dos antes de chica que me acompañaron desde los 8 años hasta los veinti tantos. A diferencia de mis dos primeros perros, Platón es claramente mío, ni de la “casa” ni de mi mamá o papá. Tenemos una simbiosis completa en la que toda su vida depende de mí, nadie se va a ocupar de pasearlo, bañarlo o comprarle el alimento si yo no lo hago.
Desde que me fui a vivir sola me di cuenta que necesitaba compartir mi mono ambiente con otro ser vivo, además de mi televisor, que estaba las 24 horas encendido a modo de compañía. Me obsesioné con el tema y cada vez que entraba a una veterinaria veía todas las posibilidades de mascotas que podía tener en un departamento mínimo como el mío. Así fue que me enteré de las necesidades y hábitos que podían tener hurones, cobayos, conejos, loros, peces, etc. Pero ninguno me convencía, así que un día sin hacer caso de las advertencias de mi familia y novio, entré a la primera veterinaria que vendía perros y me lleve al negrito rechanchón que conquistó mi corazón desde la primera mirada en la vidriera.
Tengo que reconocer que todo lo que me advertía la gente era verdad, el perro literalmente destrozó el departamento, le compré todos los juguetes que había en la veterinaria pero el siempre prefería los muebles franceses que tenía de mi abuela.
Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos, todos los pisos estaban cubiertos por un colchón de diarios, el olor era terrible y yo no paraba de limpiar, sentía que tenía más trabajo en casa que en la oficina. Tuve que organizarme para conseguirle niñera durante los primeros meses que no podía salir a la calle, rápidamente lo solucioné con mi mama, pero con el alto costo de tener que escuchar sus opiniones no pedidas sobre mi compromiso y responsabilidad para con el nuevo perro. Mis ingresos fueron disminuyendo rápidamente, cada visita a la veterinaria era un dineral. Es increíble cuántas vacunas necesitan los perros y ni hablar de lo que cuesta el alimento balanceado!
Pero más allá de todo esto, que es realmente agotador, empezaron a pasarme cosas lindísimas también, que lo son en una medida mucho mayor que la de las malas.
Mi relación con Platón fue muy distinta porque éramos él y yo solamente en el departamento todo el tiempo, nos conocimos enseguida y nos volvimos ambos una compañía imprescindible para el otro. Nos entendíamos con miradas, sabíamos donde empezaba y terminaba el espacio propio de cada uno y sobre todo dejé de sentirme sola. La noche ya no me daba más miedo, tenia a mi pequeño escolta en su cuchita al lado de mi cama como una estatua. Es una sensación inexplicable la de ver la felicidad del perro cuando llegamos a la casa, no puede ser más fiel, jamás pone la menor expresión de reproche por dejarlo solo todo el día.
Los recuerdos más lindos de cuando vivía sola están adornados por Platón y hoy que vivo con mi novio, él es el componente que hace que nos sintamos una familia de tres. Sin duda les recomiendo a todos vivir la experiencia de tener un perro, es verdad que es muy trabajoso, pero lo que él nos da nos colma de una forma tan inmensa que hace minimizar cualquier esfuerzo.
El sobrino más lindooo!
ResponderEliminarhola, hermoso platon, yo tuve un cocker blanco tambien llamado platon, me acompaño durante 17 años. se fue hace 1 mes, un perro amoroso como pocos.
ResponderEliminar