Contador nichichanilimonada

viernes, 22 de octubre de 2010

Facebook y el fin de los "ex"



Hace poco, dos amigos se divorciaron. Me lo contó una conocida en común y lo confirmé por Facebook cuando vi que en donde antes decía "casado" ahora no había nada. Como se consideraban dos personas sabias y tenían dos hijos, decidieron seguir siendo "amigos" y tomarse la ruptura no como una pelea sino como "una bifurcación en sus caminos". O algo así le dijeron a todo el mundo.
Unos meses después, sin embargo, él empezó a salir con otra chica. Por discreción no habló del tema ni siquiera con su familia, pero su nueva novia (que también estaba en Facebook) subió las fotos de su cumpleaños, lo etiquetó en eventos a los que fueron juntos, habló de él en su timeline de Twitter, e incluso puso una foto de ella sentada a upa de él en su perfil.
Desde entonces, mi amiga pudo seguir toda la nueva vida de su ex marido como si la estuviera viendo en la tele. Aunque no lo buscara, su ex se le aparecía en las actualizaciones de Facebook todos los días. Leía los mensajes de sus colegas emocionados con la nueva pareja, los de la chica comentando lo que habían visto juntos en el cine, o de los parientes que él le había presentado el fin de semana anterior. Cada vez que la nueva novia lo etiquetaba en algo, automáticamente salía en su perfil: " Nueva novia etiquetó a Ex marido en una foto", " Nueva novia dice que le gusta esto", " Ex marido dice que le gusta lo otro", " Nueva novia es una gata. ¿Qué clase de animal serías tú?"
Podría haber cerrado su cuenta, es verdad, pero la tentación de hacer click y mirar era tan grande como la angustia que venía después. Tampoco tenía muchas alternativas. Quedaba mal bloquear al padre de sus hijos (¡que también tenían perfil de Facebook!) y no tenía ganas de ser una ex mujer despechada, así que se aguantó en silencio verlos besarse en el cumpleaños, leer los comentarios románticos de ella, y ser testigo de todas las salidas que registraban en foto.
Con el tiempo, mi amiga empezó a pasar noches enteras frente a la notebook, con una copa de vino en la mano, recorriendo las mismas fotos en busca de detalles para hacerse malasangre. Fueron de camping. De viaje a Colonia en fin de semana. La ayudó a mudarse. Le llevó el desayuno a la cama el Día de la Traductora. Todo, en su cara, todos los días, como una trompada en loop que no terminaba nunca.
Facebook es, no sólo una red social, sino una máquina del tiempo. Podés viajar a tu infancia y ver lo hecho bolsa que está tu primer novio, comprobar si fracasaron los matoncitos de la secundaria, recuperar parientes lejanos, o adelantarte y averiguar datos sobre una persona que van a presentarte el próximo fin de semana para salir.
Facebook está sólo en presente. Las ex parejas, los ex jefes, los ex amigos están siempre ahí, saludando en las fotos, en los eventos a los que estás invitado, en los muros de tus conocidos. Como Terminator, no desaparecen, no se los traga la tierra, no dan nunca el portazo. Viven volviendo, siendo, existiendo detrás de cada aplicación, de cada click, de cada juego, aunque afuera de la computadora ya no estén.
Las redes sociales hicieron el "hasta nunca" imposible. ¿Cómo no desterrar de tu vida a alguien que tiene tus mismos contactos si ellos le hablan todo el tiempo? ¿Cómo dejar atrás los recuerdos de un ex que coincide en todas tus preferencias, que se suscribe a las mismas páginas de música, que dice cosas inteligentes en su perfil? ¡Si está ahí, a uno o dos clicks de distancia, en el muro de un viejo amigo en común!
Afuera, en el mundo real, quizás la gente se separe y nunca vuelva a verse. El novio que te deja para irse a vivir afuera no existe más. Se sube a un avión y está en otro país, hablando otra lengua, a quince mil quilómetros de distancia, con otro número de teléfono, otra dirección, otros conocidos. Adentro de Facebook, para bien o para mal, ese novio viajero es tu vecino para siempre.


Por Carolina Aguirre

Especial para lanacion.com

Lunes 18 de octubre de 2010

domingo, 17 de octubre de 2010

Mi primer perro


Platón mi cocker spaniel de 2 años y medio, no es en realidad mi primer perro, tuve dos antes de chica que me acompañaron desde los 8 años hasta los veinti tantos. A diferencia de mis dos primeros perros, Platón es claramente mío, ni de la “casa” ni de mi mamá o papá. Tenemos una simbiosis completa en la que toda su vida depende de mí, nadie se va a ocupar de pasearlo, bañarlo o comprarle el alimento si yo no lo hago.

Desde que me fui a vivir sola me di cuenta que necesitaba compartir mi mono ambiente con otro ser vivo, además de mi televisor, que estaba las 24 horas encendido a modo de compañía. Me obsesioné con el tema y cada vez que entraba a una veterinaria veía todas las posibilidades de mascotas que podía tener en un departamento mínimo como el mío. Así fue que me enteré de las necesidades y hábitos que podían tener hurones, cobayos, conejos, loros, peces, etc. Pero ninguno me convencía, así que un día sin hacer caso de las advertencias de mi familia y novio, entré a la primera veterinaria que vendía perros y me lleve al negrito rechanchón que conquistó mi corazón desde la primera mirada en la vidriera.

Tengo que reconocer que todo lo que me advertía la gente era verdad, el perro literalmente destrozó el departamento, le compré todos los juguetes que había en la veterinaria pero el siempre prefería los muebles franceses que tenía de mi abuela.
Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos, todos los pisos estaban cubiertos por un colchón de diarios, el olor era terrible y yo no paraba de limpiar, sentía que tenía más trabajo en casa que en la oficina. Tuve que organizarme para conseguirle niñera durante los primeros meses que no podía salir a la calle, rápidamente lo solucioné con mi mama, pero con el alto costo de tener que escuchar sus opiniones no pedidas sobre mi compromiso y responsabilidad para con el nuevo perro. Mis ingresos fueron disminuyendo rápidamente, cada visita a la veterinaria era un dineral. Es increíble cuántas vacunas necesitan los perros y ni hablar de lo que cuesta el alimento balanceado!

Pero más allá de todo esto, que es realmente agotador, empezaron a pasarme cosas lindísimas también, que lo son en una medida mucho mayor que la de las malas.

Mi relación con Platón fue muy distinta porque éramos él y yo solamente en el departamento todo el tiempo, nos conocimos enseguida y nos volvimos ambos una compañía imprescindible para el otro. Nos entendíamos con miradas, sabíamos donde empezaba y terminaba el espacio propio de cada uno y sobre todo dejé de sentirme sola. La noche ya no me daba más miedo, tenia a mi pequeño escolta en su cuchita al lado de mi cama como una estatua. Es una sensación inexplicable la de ver la felicidad del perro cuando llegamos a la casa, no puede ser más fiel, jamás pone la menor expresión de reproche por dejarlo solo todo el día.

Los recuerdos más lindos de cuando vivía sola están adornados por Platón y hoy que vivo con mi novio, él es el componente que hace que nos sintamos una familia de tres. Sin duda les recomiendo a todos vivir la experiencia de tener un perro, es verdad que es muy trabajoso, pero lo que él nos da nos colma de una forma tan inmensa que hace minimizar cualquier esfuerzo.